Decíamos ayer, yo y mi sombra, que uno de los libros que más me ha llamado la atención en este año 2023 ha sido Señales del fin, del ingeniero Pablo Benavides. Ciertamente, no es la parte más importante del libro y el cálculo al que me refiero es complejo, pero parece certero, hasta donde puede serlo un cálculo de estas características… desde que se inventó la repugnante fecundación asistida y mientras aceptemos la engañosa división entre aborto quirúrgico y aborto químico, vía anticoncepción. Créanme: la píldora contraceptiva tiene demasiada buena prensa.
En cualquier caso, precioso recordatorio el del ingeniero Pablo Benavides para esta era abortera de la historia humana. Ahí va el análisis de Benavides en el precitado libro Señales del Fin: “La lacra del aborto (aborto quirúrgico) se lleva más de 100.000 vidas al año en España, más de 70 millones en todo el mundo. Pero no se queda ahí la cosa, porque estas escalofriantes cifras hay que multiplicarlas por 5 o por 10 para añadir la destrucción de embriones generados en laboratorios de fertilidad y descartados por diversos motivos. O sea, que podemos estar hablando de entre 350 y 700 millones de vidas segadas cada año, lo que supondría entre un 5 y un 10% de la población mundial aniquilada cada año“.
Dos cuestiones: esas vidas segadas suponen, como recordaba el polaco Karol Wojtyla, el homicidio del más inocente e indefenso de todos los seres humanos. Insisto yo: inocente, indefenso… y asesinado por sus propios padres. O sea, que el aborto es la mayor injusticia del mundo actual, mucho más que las guerras, la mayor atrocidad y la mayor cobardía… y encima elevado a la categoría de derecho.
Pero hay algo que Benavides olvida y que hasta muchos provida prefieren ignorar… o negar, porque temen que entonces, el movimiento en defensa de la vida se vuelva infranqueable. Son los abortos, imposibles de contabilizar, provocados por la píldora antibaby, supuestamente anticonceptiva pero presuntamente no abortiva. Ojo, no hablo de las nuevas píldoras abortivas hablo de la píldora del día después (PDD), hoy convertida en un éxito comercial para adolescentes de noche loca. También hablo de la píldora ‘del día antes’, es decir, del anticonceptivo mondo y lirondo. Y hablo porque estos presuntos anticonceptivos pueden resultar abortivos, o sea, matar, o no serlo, nunca lo sabremos, nunca los podremos computar…. dado que han sido fabricados antes de la concepción, pero, al menos, todos los que hoy se venden en cualquier farmacia, actúan también después de la fecundación… por si falla el primer ataque.
Es decir, no existen anticonceptivos y abortivos, todos son abortivos porque también la píldora es potencialmente abortiva. La industria no puede fallar y los laboratorios fabricantes saben muy bien lo que fabrican: para antes y para después de la concepción. Y resulta que después de la concepción ya hay un ser humano, con un código genético distinto del del padre y del de la madre. El mismo código genético individuado, que le otorga su condición de ser humano, y que tiene cuando es embrión, cuando es un bebé en su cuna… o cuando hace la mili.
No nacimos para fornicar. El acto sexual tiene un doble significado: unitativo y procreativo. Si no, pues no lo hagas… porque ha llegado el momento de hablar claro, ¿verdad?
Insisto: el anticonceptivo puede no ser abortivo o sí, pero, ¿verdad que usted no permitiría a un pistolero disparar en una calle alegando que en ese momento seguramente no pasará nadie? Pues lo mismo.
Siempre me ha sorprendido el silencio, la gran mentira, que se cierne sobre la píldora desde que llegó al mercado, con ese distingo falso e hipocritón entre anticoncepción y aborto. Bien hizo Pablo VI en prohibirla en su Humanae Vitae (1968)… y sigue prohibida para todo católico… y católica.
Por tanto, cada año, podemos estar matando a muchas más personas que al 10% de la humanidad. ¡Bella época!
Y no es tan complicado vivir una vida sin matar a nuestros hijos: no nacimos para fornicar. El acto sexual tiene un doble significado: unitivo -amor entre varón y mujer- y procreativo -descendencia-. Si no, pues no lo hagas… porque ha llegado el momento de hablar claro, ¿verdad?