Por Baxter Dmitry
Las Naciones Unidas han lanzado una agresiva campaña de propaganda contra los llamados “escépticos del clima”, acusándolos de poner en peligro la Agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Para contrarrestar esto, la ONU ha revelado un enorme fondo de guerra destinado a controlar el relato a través de los medios tradicionales.
Este último plan, denominado Iniciativa Global para la Integridad de la Información sobre el Cambio Climático , se anunció en la Cumbre del G20 en Brasil y cuenta con el respaldo financiero de países como el Reino Unido, Francia y Suecia, así como de instituciones internacionales como la ONU y el WEF.
Según la UNESCO , la nueva iniciativa “reunirá a países, organizaciones internacionales y partes interesadas de todo el mundo” y “tiene como objetivo promover y defender la integridad de la información sobre el cambio climático, abordar la desinformación y mejorar la conciencia y la acción sobre el cambio climático ”.
Cabe destacar que la iniciativa incluye un importante fondo de guerra diseñado para financiar medios de comunicación tradicionales, garantizando que promuevan las narrativas favorecidas por la élite global.
“ Incluye un fondo mundial que financiará la investigación sobre la desinformación sobre el cambio climático y las iniciativas para promover la integridad de la información”, continúa el informe de la UNESCO.
Seamos realistas: no se trata de “verdad” o “ciencia” , se trata de control.
Esta iniciativa es una flagrante toma de poder, cuyo objetivo es silenciar a cualquiera que se atreva a cuestionar la lucrativa narrativa de la élite sobre la crisis climática.
Con el pretexto de combatir la llamada “desinformación”, las élites globales están librando una guerra total contra la libertad de expresión, decididas a acallar el disenso y aplastar el debate abierto.
Wattsupwiththat informa : Esto no es sólo un ataque a los escépticos: es un ataque directo a los principios del libre pensamiento y a los fundamentos del discurso público.
Según sus declaraciones públicas, la Iniciativa busca financiar a organizaciones sin fines de lucro para “investigaciones” y “campañas de concienciación pública”. También están creando lo que llaman una “red internacional de investigación” para identificar y suprimir la llamada desinformación. En otras palabras, están construyendo un aparato para etiquetar los puntos de vista opuestos como mentiras peligrosas y justificar su censura hasta el olvido.
El Secretario General de la ONU, António Guterres, con su paternalismo característico, declaró que la desinformación era una amenaza para la acción climática e incluso para la propia democracia.
“También debemos hacer frente a la desinformación climática”, dijo Guterres. “Nuestro clima está en un punto crítico”.
¿El subtexto no tan sutil? Si te atreves a cuestionar sus intenciones, tú eres el problema.
No es la primera vez que los escépticos del cambio climático son objeto de ataques. Ya en 2010, Google comenzó a manipular los resultados de búsqueda para desmerecer las voces escépticas.
Un estudio francés puso de relieve cómo los escépticos dominaban los rankings de búsqueda en línea en aquella época, lo que llevó a un esfuerzo concertado para enterrar sus opiniones bajo montañas de propaganda alarmista. Blogs como Pensée Unique y las obras de Claude Allègre atrajeron suficiente atención como para provocar la ira del establishment.
Hoy, gracias a la colusión entre las grandes empresas tecnológicas, los gobiernos y las organizaciones sin fines de lucro, el “complejo industrial de la censura” se ha convertido en una fuerza poderosa e insidiosa. Grupos como la Agencia de Seguridad de Infraestructura y Ciberseguridad (CISA) de Estados Unidos, junto con entidades privadas como NewsGuard, conspiran rutinariamente para señalar, suprimir y deslegitimar las voces disidentes.
Ya hemos visto este tipo de situaciones antes. Los Archivos de Twitter pusieron al descubierto el alcance de esta colusión, revelando cómo las plataformas de redes sociales se asociaron con agencias gubernamentales para suprimir historias y eliminar de la plataforma a los usuarios que se desviaban de la narrativa aprobada. No se trata de proteger al público de las falsedades, sino de eliminar el debate.
Las élites globales tienen miedo de una cosa: perder el control. A pesar de décadas de propaganda, el escepticismo público sobre el catastrófico cambio climático ha crecido. Cada predicción fallida –desde el “Ártico sin hielo” hasta el colapso de las poblaciones de osos polares– socava su credibilidad. Y con cada nuevo informe que muestra los costos astronómicos de las políticas de cero emisiones netas , más personas se preguntan si la supuesta cura es peor que la enfermedad.
En lugar de responder a estas preguntas legítimas, el establishment climático recurre a silenciar a sus críticos. Saben que sus modelos son defectuosos, que sus datos son seleccionados cuidadosamente y que sus prescripciones políticas son ruinosas. Sin embargo, en lugar de reevaluar su posición, redobla la censura.
No se trata de un mero ejercicio teórico. Las consecuencias de suprimir el escepticismo climático son reales y devastadoras. Políticas como el Green New Deal y el Net Zero tienen enormes costos, tanto económicos como sociales. Se están desmantelando industrias enteras, los precios de la energía se están disparando y se está obligando a los países en desarrollo a abandonar los combustibles fósiles asequibles.
Mientras tanto, las llamadas soluciones (turbinas eólicas, paneles solares y vehículos eléctricos) están plagadas de problemas, desde una producción energética poco fiable hasta una destrucción ambiental masiva. Pero señalar estas verdades incómodas ahora te convierte en blanco de la represión internacional.
No nos engañemos: se trata de una batalla por el alma de la libre investigación. Si los alarmistas climáticos logran silenciar el disenso, las consecuencias se extenderán mucho más allá de la política climática. El precedente que se está sentando es claro: si no estás de acuerdo con el consenso de la élite, serás borrado.