“Debemos ayudarnos a combatir el analfabetismo religioso» dijo el papa Francisco

Mensaje del Papa Francisco a los participantes en el Foro Interreligioso del G20, Interfaith Forum 2021, que este año se celebra en Bolonia, Italia, del 12 al 14 de septiembre de 2021.

Renato Martinez – Ciudad del Vaticano

“Como líderes religiosos, creo que en primer lugar debemos servir a la verdad y declarar sin miedo ni ambigüedades el mal cuando es mal, también y sobre todo cuando lo cometen quienes se profesan seguidores de nuestro mismo credo”, lo escribe el Papa Francisco en su Mensaje a los participantes en el Foro Interreligioso del G20, Interfaith Forum 2021, que este año se celebra en Bolonia, Italia, del 12 al 14 de septiembre de 2021.

Llamados a mostrar la presencia paternal del Dios

En su Mensaje, el Papa Francisco recuerda con alegría su visita a Bolonia realizada en octubre de 2017, y alienta a las autoridades religiosas, líderes políticos y representantes del mundo de la cultura, a dialogar para promover el acceso a los derechos fundamentales, sobre todo a la libertad religiosa, y para cultivar fermentos de unidad y reconciliación allí donde la guerra y el odio han sembrado la muerte y la mentira. En esto, afirma el Papa, el papel de las religiones es verdaderamente esencial. “Sí, la verdadera religiosidad consiste en adorar a Dios y amar al prójimo. Y los creyentes no podemos eximirnos de estas decisiones religiosas esenciales: más que demostrar algo, estamos llamados a mostrar la presencia paternal del Dios del cielo a través de nuestra concordia en la tierra”.

Un deterioro de la dimensión religiosa

Sin embargo, el Santo Padre señala que, hoy en día esto suena, por desgracia, como un sueño lejano. En el ámbito religioso más bien parece que vivamos un deletéreo «cambio climático: a las alteraciones perniciosas que afectan a la salud de la Tierra, nuestra casa común, se suman otras que «amenazan al Cielo». Es como si la «temperatura» de la religiosidad subiera. Basta pensar en el estallido de la violencia que instrumentaliza lo sagrado: en los últimos 40 años se han producido casi 3.000 atentados y unos 5.000 asesinatos en diversos lugares de culto, es decir, en aquellos espacios que deberían ser protegidos como oasis de sacralidad y fraternidad.

¿Qué podemos hacer ante todo esto?

Como líderes religiosos, creo que en primer lugar debemos servir a la verdad y declarar sin miedo ni ambigüedades el mal cuando es mal, también y sobre todo cuando lo cometen quienes se profesan seguidores de nuestro mismo credo. También debemos ayudarnos, todos juntos, a combatir el analfabetismo religioso que atraviesa todas las culturas: es una ignorancia generalizada que reduce la experiencia de la creencia a dimensiones rudimentarias de lo humano y seduce a las almas vulnerables para que se adhieran a eslóganes fundamentalistas. Pero no es suficiente combatirlo: sobre todo hay que educar, promoviendo un desarrollo equitativo, solidario e integral que aumente las oportunidades de escolarización y educación, porque donde reinan la pobreza y la ignorancia, la violencia fundamentalista arraiga más fácilmente.

La auténtica respuesta al fratricidio es la búsqueda del hermano

La propuesta de establecer una memoria común de los asesinados en cada lugar de oración es ciertamente alentadora. En la Biblia, en respuesta al odio de Caín, que creía en Dios y, sin embargo, mató a su hermano, haciendo que la voz de su sangre clamase desde la tierra, la pregunta llegó desde el Cielo: «¿Dónde está tu hermano?» (Gen 4:9). La auténtica respuesta religiosa al fratricidio es la búsqueda del hermano. Custodiemos juntos la memoria común de nuestros hermanos y hermanas que han sufrido la violencia, ayudémonos mutuamente con palabras y gestos concretos a contrastar el odio que quiere dividir a la familia humana.

El camino de la paz no se encuentra en las armas

Los creyentes no pueden combatirlo con la violencia de las armas, que sólo genera más violencia, en una espiral interminable de represalias y venganzas. En cambio, es fructífero lo que queréis afirmar en estos días: «Nosotros no mataremos, nosotros nos ayudaremos, nosotros nos perdonaremos». Son compromisos que requieren condiciones difíciles -no hay desarme sin valor, no hay ayuda sin gratuidad, no hay perdón sin verdad- pero que constituyen el único camino posible hacia la paz. Sí, porque el camino de la paz no se encuentra en las armas, sino en la justicia. Y nosotros, los líderes religiosos somos los primeros que tenemos que sostener estos procesos, dando testimonio de que la capacidad de combatir el mal no reside en las proclamaciones, sino en la oración; no en la venganza, sino en la concordia; no en los atajos que dicta el uso de la fuerza, sino en la fuerza paciente y constructiva de la solidaridad.

Paz, una palabra clave en el actual escenario internacional

Una palabra ante la que «no podemos ser indiferentes ni neutrales». Reitero: «¡No neutrales, sino a favor de la paz! Por eso invocamos el ius pacis, como un derecho de todos a componer los conflictos sin violencia. Por eso repetimos: ¡nunca más la guerra, nunca más contra los otros, nunca más sin los otros! Salgan a la luz las tramas y los intereses, a menudo oscuros, de los que fabrican violencia, alimentando la carrera de armamentos y pisoteando la paz con los negocios». La paz: una «cuarta P» que proponemos añadir a people, planet, prosperity (personas, planeta, prosperidad,) con la esperanza de que la agenda del próximo G20 la tenga en cuenta en una perspectiva lo más amplia y compartida posible, porque sólo juntos podremos abordar los problemas que, en la interconexión actual, ya no conciernen a alguno, sino a todos.

FUENTE: VATICAN NEWS

COMPARTIR

Facebook
Twitter
Telegram
WhatsApp

Dejanos Tu Comentario!