El apocalipsis del metaverso

Lo que busca Mark Zuckerberg es cobijar bajo el anonimato a los que delinquen a través de sus redes (Facebook, Instagram y WhatsApp), reemplazando a los seres humanos por avatares que van a interactuar en un universo paralelo, llamado el Metaverso. Una narrativa que busca la deshumanización de los criminales para que no puedan ser judicializados

Mark Zuckerberg decidió cambiarle el nombre a su grupo empresarial Facebook y rebautizarlo con el nombre de Meta. Cambiarse la identidad se convirtió en una práctica común entre los delincuentes cuando se ven descubiertos. Modificar el nombre, borrar los registros contables o hacer desaparecer a la empresa desde la que cometen sus crímenes tiene como objetivo destruir las pruebas de los delitos para evadir la acción de las autoridades competentes. En Colombia, la desaparición de la Fundación Buen Gobierno, es un ejemplo de lo que digo.

Todas las semanas aparecen demandas en contra de Facebook (Meta) que van desde haber influido en el referendo del aborto en Irlanda, censurando la voz y la opinión de los grupos provida irlandeses, hasta haber hecho pactos millonarios con el Partido Comunista de Vietnam para censurar y retirar de su plataforma la información o manifestaciones adversas a la dictadura comunista.

Las acusaciones se han intensificado en los últimos días, no solo en cantidad sino en gravedad. Facebook y su tribunal multinacional de “justicieros”, no hicieron nada para evitar que su plataforma fuera utilizada como un mercado electrónico en el que se reclutaban niños para ser abusados. Y, como si ese delito de lesa humanidad no fuera suficiente,  Facebook (Meta) tampoco hizo nada para evitar el genocidio del pueblo Rohingya. Los sobrevivientes del genocidio contra la minoría musulmana de Birmania están demandando a Facebook (Meta) por 150.000 millones de dólares americanos, alegando que la red social fue instigadora de los ataques genocidas contra el grupo étnico musulmán.

La demanda colectiva fue presentada en Estados Unidos y va a ser replicada en el Reino Unido y en Bangladesh, lugares a los que tuvieron que huir los rohingyas y en este momento son refugiados. El ejército birmano y los civiles extremistas usaron Facebook para incitar al odio y a la violencia contra la minoría étnica. Acusan a Facebook de no actuar contra el contenido de odio antirohingya como sí lo había hecho con otros contenidos que no incitaban al genocidio pero que eran contrarios a la ideología de ultraizquierda de Zuckerberg y de sus secuaces.

Marck Zuckerberg terminó tejiendo su propia mortaja por haberse dedicado durante años a censurar y a entrometerse en los contenidos, suspendiendo las cuentas de todos los que no pertenecieran a la secta del progresismo global, acusándolos de promover un supuesto “discurso de odio” para justificar su sesgada censura.

Cuando llegó la avalancha de demandas por dejar promover el discurso de odio de los que traficaban con niños y de los genocidas, rápidamente salieron los abogados de Facebook (Meta) a invocar la Sección 230 de la Ley de Decencia en las Comunicaciones que los exonera de la responsabilidad de censurar o de modificar los contenidos publicados por terceros en su plataforma, en una abierta contradicción a su proceder, en el que habían decidido apropiarse de los contenidos de los usuarios de la red para cerrarles sus cuentas y bloquear los contenidos de todos aquellos que no militaban en su secta de fundamentalistas de ultraizquierda.

En ese mismo sentido, la Corte Suprema del estado de Texas ha dictaminado que Facebook (Meta) no puede ser una empresa “sin Dios ni Ley” frente a la que los Estados son impotentes para imponer responsabilidad a los sitios web que, a sabiendas o intencionalmente, participan en la trata de personas en línea, y debe ser responsable de la conducta de los pedófilos que utilizan su plataforma para reclutar y cazar en línea a niños indefensos. El director ejecutivo del Human Trafficking Institute, Víctor Boutros, dijo a CBSN: “Los traficantes utilizan, abrumadoramente, a Facebook para reclutar víctimas en casos de tráfico sexual”.

Las víctimas de los crímenes que promueve Facebook esperaban que la plataforma fuera igual de eficiente para censurar los contenidos publicados por hampones, como son de “eficientes” para censurar los videos publicados por el periodista John Stossel sobre el manejo forestal y el uso de la tecnología para adaptarse al clima que fueron censurados por uno de los fact checker de Facebook, Science Feedback, que los calificó de «falsos» y «sin contexto».

No olvidar que lo único que se puede decir en Facebook sobre el clima es que nos vamos a morir todos por culpa del clima, que es el peor desastre en la historia de la humanidad y que debemos darle varios trillones de dólares americanos a las oenegés para combatirlo. Zuckerberg confesó ante una corte de los Estados Unidos, finalmente, que los fact checkers eran solo “opiniones” que no se basaban en ninguna comprobación de contenido de ningún tipo, ni científico, ni técnico o menos legal. Simples opiniones que cuestionaban a todos los que no pertenecieran a su secta de fanáticos progresistas de ultraizquierda.

Por su amplia experiencia en la creación de la JEP y en la generación de un entorno propicio para evitar que los terroristas de las FARC tuvieran que responder por los crímenes de lesa humanidad perpetrados durante 50 años, Mark Zuckerberg le encomendó la labor de evadir las regulaciones locales para evitar los líos judiciales en los que está metido él y sus empresas, a la abogada colombiana Catalina Botero Marino, que dejó tirado su cargo de decana de la Facultad de Derecho de la Universidad de los Andes para atender el llamado del Grupo Facebook (Meta).

Botero Marino ya se lo había dicho al periódico de ultraizquierda español El País, en mayo del año 2020, refiriéndose a la labor de la Súper Corte de Facebook que ella preside, “evitará la tentación de las regulaciones estatales que son tan peligrosas”, por eso era necesario un modelo alternativo ante las fallas de moderación de las plataformas y los intentos de regulación gubernamentales. Dicho de otra manera, la labor de Catalina Botero ha sido crear una gran JEP que le lave todos los crímenes a Facebook (Meta) pero, por lo visto, fracasó en su intento. Una dinámica que va acompañada de la naturalización de los delitos y la protección a ultranza de los derechos de los hampones por encima de los derechos de sus víctimas.

El concepto desarrollado por Mark Zuckerberg va más allá de un simple cambio de identidad para evitar ser responsabilizado, si es hallado culpable de los delitos de lesa humanidad que lo acusan. Lo que busca Zuckerberg es cobijar bajo el anonimato a los que delinquen a través de sus redes (Facebook, Instagram y WhatsApp), reemplazando a los seres humanos por avatares que van a interactuar en un universo paralelo, llamado el Metaverso.

Una narrativa que busca la deshumanización de los criminales para que no puedan ser judicializados. Darrell Brooks, un racista supremacista negro que odia a los blancos y que acababa de salir de la cárcel después de pagar una pena por abuso sexual contra niños, atropelló y mató a seis personas en un desfile de navidad en Waukesha, Wisconsin. Los medios de comunicación tradicionales registraron la noticia de que una camioneta había matado a 6 personas, no Brooks. Alec Baldwin dijo en una entrevista con ABC News que no había disparado el arma con la que había asesinado a Halyna Hutchins, sino que el arma “se había disparado sola”. A Hutchins la mató la pistola, no Baldwin.

Allyn Walker, militante del grupo de ultraizquierda WOKE, no usa el término “pedófilo” porque lo considera un estigma, a cambio propone que mejor se utilice el eufemismo «personas atraídas por menores», porque a su juicio pederasta, pedófilo, abusador de menores, violador de niños, torturador de niños, reclutador de niños, secuestrador de niños, son todos términos que estigmatizan. En marchas del movimiento de ultraizquierda, Colombia Humana, han aparecido letreros que dicen que la pedofilia es una preferencia sexual. La misma teoría de Juan Manuel Santos cuando decía que no se le podía decir terroristas a los terroristas de las FARC. Una dinámica semántica que va acompañada de la naturalización de los delitos por la mutación o la desaparición del nombre del delito.

La estrategia de Mark Zuckerberg y de sus secuaces, hizo que se terminaran pisando la cola. En este punto, poco importa que Facebook (Meta) siga censurando la información sobre el desarrollo del juicio en contra de Ghislaine Maxwell, para proteger el nombre de miles de burócratas, nobles, políticos y celebridades de muchas partes del mundo que han sido mencionados durante el juicio que se le sigue a la esposa de Jeffrey Epstein, acusada de tráfico de niños y abuso sexual contra menores de edad. Nada impedirá el éxodo, el cierre masivo de cuentas de todos los usuarios de Facebook, Instagram y WhatsApp que no quieren seguir perteneciendo a la misma red en la que delinquen, sin mayor afán, los grandes criminales del mundo. Nada impedirá el final del universo del mal creado por Zuckerberg.

Fuente: PanAm Post

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