El sacerdote y teólogo, James Alison, quien proclama a los cuatro vientos su homosexualidad, ha concedido una entrevista a El Espectador.
Nacido en una familia evangélica dentro de la Iglesia Anglicana, James se convirtió al catolicismo a sus 18 años en 1978. Fue ordenado sacerdote en 1988. Habiendo vivido con la Orden de los Dominicos entre 1981 y 1995, James ahora trabaja como predicador itinerante, conferencista y acompañante de retiros espirituales.
En la entrevista con El Espectador, Alison afirma que «la homosexualidad es sencillamente una variante dentro de la condición humana. De ninguna manera puede ser considerada un pecado. El Vaticano no la considera directamente como un pecado. Quien afirmare que la homosexualidad es un pecado ciertamente no está siguiendo la doctrina católica».
Este ‘ilustre’ teólogo sostiene que «los más conservadores dicen que ser homosexual no es en sí un pecado, pero sí lo son los “actos homosexuales”, los cuales consideran intrínsecamente malos. A esto yo le respondo que para que el sexo homosexual fuera un pecado, un acto malo en sí mismo, este debería ser el fruto de un árbol podrido, pero no existe ninguna evidencia de que la homosexualidad sea una patología ni una deficiencia de la orientación sexual».
Quizá Alison debería volver a estudiar biología para saber que existe una naturaleza de las cosas. Disculpen el ejemplo gráfico, pero parece mentira que este sacerdote desconozca que el ano no está para ser penetrado, tiene otra función natural. Todo lo que se salga de ahí, va contra la propia naturaleza humana creada por Dios y por tanto es pecado.
«Mi posición es que los actos no son intrínsecamente buenos o malos, sino que lo son según las circunstancias», afirma Alison. Es, lo que siempre se ha conocido como adaptar la moral según la conveniencia del sujeto. «Cada vez más religiosos reconocen que nuestra idea de lo que es la diversidad sexual estaba basada en concepciones de hace más de dos mil años que no coinciden con lo que hemos aprendido en los últimos 150 años. Sabemos que tenemos que revisar lo que le decimos a nuestras hermanas, hermanos y hermanes», agrega el ‘ilustre’ teólogo.
Además, este sacerdote dice que el clero «está sobrepoblado de gays. Muchos viven una doble vida furtivamente, con angustia; otros son honestos, pero otros, los más tristes, tienen tan profundo rechazo por sí mismos que se vuelven los peores perseguidores de los gays».
Sobre las ‘terapias de conversión’, Alison dice que «gracias a Dios la iglesia católica formalmente no aprueba esto» y se muestra partidario de que «la ley civil debería proteger a los ciudadanos de estas terapias».
Mientras este sacerdote proclama sus herejías y exabruptos con total impunidad, el Vaticano seculariza a un cura provida de Estados Unidos, secularizan a dos monjas por defender su convento e investigan a una ‘peligrosa’ diócesis francesa con vocaciones por ser excesivamente tradicional. Es lo que se viene conociendo como la doble vara de medir de Roma.









