22 abril 2021
Los ingleses, tal vez porque su idioma es el que más palabras monosilábicas tiene y porque expresa muy bien lo concreto, desconfían de aquellas cuestiones que se basan en conceptos abstractos. Creo que esta es una de las cuestiones que se hallan en el subconsciente del Brexit. A los franceses, por el contrario, les encantan los conceptos etéreos. Si un francés dice solidaridad, un inglés preguntará que cuánto cuesta eso. De hecho, el primer lema de la Revolución Francesa era libertad, igualdad y propiedad. Pero en seguida pasaron de la propiedad para incluir algo tan abstracto como la fraternité. El problema vino cuando Robespierre se encargó de decidir quién era lo suficientemente fraterno y quien lo era muy poquito. Se convirtió en el dueño de la guillotina en la época conocida como EL TERROR.
Hoy en día, el ejemplo más sangrante de lenguaje engañoso, de lenguaje trampa y de robo, es eso que llaman AGENDA 2030, lo más parecido a un conjunto vacío en un diagrama de Venn. En la AGENDA 2030 hay que analizar dos ámbitos: el de su declaración en la ONU en 2015 y el de su desarrollo en España por el actual gobierno.
La ONU
La declaración es el típico producto de la elitista burocracia de la Organización. Incluso uno parece entrever la mano del embaucador Joseph Stiglitz en todo el texto que pretende llevar la felicidad total a la población mundial en el año 2030. Usted, como yo, pensará que lo primero que hay que hacer para eso es realzar la dignidad del ser humano como hombre libre, titular de unos derechos básicos y partícipe de una democracia sólida. Pues no; no busque nada de eso en la declaración. La dignidad y la libertad para estos señores no es parte del bienestar y de la condición humana. Es evidente que se trataba de no ofender al Partido Comunista Chino que es más experto en crear SARS-COV que hombres libres y felices. Ni tampoco hablar de esos remansos de alegría que son Cuba, Venezuela o Corea del Norte. Y es que los regímenes dictatoriales se están haciendo sostenibles.
La ONU establece hasta 17 ODS (Objetivos de Desarrollo Sostenible) que van desde el hambre y la pobreza, a la educación, el empleo, la justicia, el cambio climático, la desigualdad. En fin, a todo lo que afecta y define una sociedad. Por eso preocupa que pretenda definir una sociedad.
contando sólo con propuestas abstractas, que no se concretan, son huecas, y sin exigir el reconocimiento a los derechos del individuo y sus libertades básicas. Sin pedir, por ejemplo, que la felicidad llegue también a Cuba, a Venezuela y sin impedir que se destruya en España.
España
Vamos a comenzar por dar el único dato concreto que conocemos de esta agenda en España. Es este: 3.800 millones de euros de partida presupuestaria en manos de dos comunistas: Ione Bellarra y Enrique Santiago.
A partir de ahí, tenemos lo publicado sobre este tema en la web de la vicepresidencia segunda del Gobierno. Un despropósito que produce auténtica vergüenza y que viene a despreciar la inteligencia de los ciudadanos y de paso a disponer de los millones a su antojo. Se trata de utilizar muchas veces la palabra sostenible, aunque la frase no se sostenga. Un cúmulo de vaguedades inconexas y sin sentido que pretenden decidir lo que es bueno y malo, así como lo que es importante o no, de forma totalmente arbitraria.
Para evitarles el mal trago de leerlo les dejo algunos apuntes del mismo.
Educación. Quieren garantizar una educación inclusiva y equitativa; que no sabemos lo que es. Pero es altamente preocupante ya que persigue el adoctrinamiento sistemático. Proponen una educación sin hablar de cultura. Se debe ser sostenible y asumir unos “principios” pero nada se dice del derecho a ser culto, del derecho a la cultura, a la ciencia y el conocimiento. Nada se promueve de aquello que genera hombres libres, la cultura. Vamos que, en España, con esta excusa están imponiendo la educación inclusive. Inclusive con todo suspenso y agrediendo al profesor se pasa de curso. Inclusive siendo español, no se enseña español. Esa es nuestra educación inclusiva o inclusive; el modelo cubano, muchos aprobados y muchos médicos, aunque no sepan nada.
A pesar de que el asunto es preocupante, decido seguir con la lectura con algo de ironía y humor. Y descubro perplejo que el agua tiene un carácter transversal; lo que me ha dejado mucho más tranquilo ya que andaba yo preocupado con el carácter del agua. También he sabido que la energía tiene que ser moderna y que para crear empleo es necesario “acceder a los servicios y beneficios financieros ¿?”. Las infraestructuras sostenibles son doblemente importantes para todo, ya que en el epígrafe que a este tema se refiere, el párrafo segundo es el mismo que el primero. Lo ponen dos veces y así parece que dicen más cosas. ¡En serio!
Dice el Gobierno que nos van a enseñar a comer y nos mandarán a hacer deporte en beneficio de la igualdad. También dice que para reducir la desigualdad interna y entre países hay que mejorar la regulación y el control de los mercados financieros y las instituciones. Lo que no dice es que tienen que ver la intervención de los mercados financieros con la desigualdad, aunque en manos comunistas soy capaz de intuirlo.
Un párrafo dedicado al consumo es brutal y no me resisto a la tentación de transcribirlo entero. Juzguen ustedes:
En España El ODS 12 tiene como objetivo promover las modalidades de consumo y producción sostenibles, a través de la implementación en las estrategias, políticas y normativas de cada país, está implementando del Marco Decenal de Programas sobre Modalidades de Consumo y Producción sostenibles (10YFP) impulsado en la Conferencia Río+20, mediante un paquete de medidas que cubre los cinco programas de dicho marco. ¡Olé!
Aunque no se lo crean ustedes, hay un capítulo dedicado a la justicia… sí. Pero no a una justicia independiente. No, no, de justicia independiente nada. Es una justicia sostenible, que tiene que ver con el agua, la desigualdad, el cambio climático, la igualdad de género, etc.
La Agenda 2030, al menos en España, es la herramienta para controlar dictatorialmente a la sociedad utilizando los recursos económicos de los ciudadanos. En fin, un instrumento millonario y arbitrario para hacernos un Robespierre, eso sí, sostenible.