El doctor Héctor Carvallo, uno de los pioneros en el país junto con el doctor Roberto Hirsch en demostrar tempranamente la eficacia contra el covid de la ivermectina, no mereció gratitud alguna por sus aportes. Lejos de eso, sus estudios le depararon obstáculos y persecuciones, intentos por prohibir que su investigación continuara y que se conocieran los resultados, amenazas de despido, gestiones para desplazarlo, calumnias e injurias que afectaron su honor y su prestigio profesional y académico. Así lo denuncia hoy Carvallo quien, a casi tres años de que todo aquello comenzara, se decidió a exponer la trama secreta que se activó durante la pandemia para ocultar la eficacia de ese medicamento -que ya existía en el mercado y de bajo costo-, una maquinación que salpica al Ministerio de Salud de la provincia de Buenos Aires. Carvallo, quien ahora denunció en la Justicia a los funcionarios involucrados en la maniobra para desacreditarlo, lamenta que el fármaco para tratamiento y profilaxis del covid que él estaba investigando pudo haber salvado muchas vidas. “Por omisión dejaron que se muriera mucha gente”, asegura Carvallo en una entrevista con La Prensa. “Hay 42.000 personas que no tendrían que haberse muerto”, estima, en referencia al ámbito bonaerense.
Carvallo fue director del Hospital de Ezeiza y jefe de Clínica Médica de ese mismo centro de salud, donde trabajó durante veinte años (1984-2004), antes de que cambiara de nombre por el de Hospital Zonal General de Agudos Dr. Eurnekian y se trasladara a otro lugar. En la entrevista, este médico recibido hace más de cuarenta años, cuenta que además tenía a cargo a los alumnos del pregrado de la Universidad de Buenos Aires.
Una vez jubilado, fue convocado desde el Hospital Eurnekian para que se hiciera cargo “ad honorem” del área de Docencia e Investigación, que “estaba totalmente dormida”. A partir de entonces fue “asesor” en esa área.
Carvallo cuenta que su interés en la aplicación de este medicamento para el covid se debió a que, ya “desde un poco antes de la pandemia, venía observando los estudios que se estaban haciendo en otras partes del mundo con la ivermectina para tratar el dengue, el zika y el chikungunya”.
IN VITRO
“Estaba dando buenos resultados, al menos in vitro. Y eso era un aliciente porque hasta el día de hoy no hay un tratamiento ni una profilaxis para estas tres enfermedades”, sostiene.
“En Australia, Leon Caly y Kylie M. Wagstaff no tuvieron ninguna epifanía antes de que decidieran ponerle ivermectina a las muestras de covid para ver qué pasaba. Ellos estaban trabajando sobre dengue, zika y chikungunya, y cuando empezó la pandemia solo cambiaron el foco de la investigación pero en base al procedimiento que ya estaban haciendo. Y ahí fue que nos enteramos de que la ivermectina, in vitro, daba resultado”, explica.
“Al margen de eso, era evidente que los cuadros severos de covid eran por inflamación exagerada, lo cual requiere un inmunosupresor. Es decir, un corticoide. Entonces nosotros hicimos la primera presentación sobre el tema en la revista ‘JAMA’, en marzo de 2020, cuyo título era: ‘Ivermectina+dexametasona: ¿la combinación ideal contra covid?’”, rememora el médico.
“Como la revista no lo publicó, decidimos hacer la investigación por nuestra cuenta”, añade. “En ese momento sabíamos que las publicaciones de las revistas científicas estaban patrocinadas por los laboratorios, pero no que era un problema tan grosero”, apunta.
En su repaso de los hechos, Carvallo menciona que el dinero era la principal dificultad que afrontaban. “Para poder hacer la investigación in vivo necesitábamos tener el medicamento y nosotros no teníamos ningún recurso. Somos investigadores independientes”.
“En ese momento yo estaba en el Hospital Eurnekian y Roberto Hirsch en el Hospital Muñiz. Pero no le podíamos pedir a los directores que autorizaran comprar un medicamento que hasta ese momento era para la sarna, los piojos y los parásitos intestinales, por la sencilla razón de que todo estaba abocado a la compra de equipamiento de protección para el personal”, afirma.
“De allí que le pedimos a tres laboratorios -Panalab, Cassará y Elea- que nos proveyesen de gran cantidad de muestras y tuvimos que explicarles para qué las queríamos. Los dos primeros laboratorios fueron muy generosos. Elea ni siquiera nos contestó”, describe.
“Hirsch pidió autorización para hacer el estudio de profilaxis con ivermectina en el Hospital Muñíz y el comité de ética de ese hospital se lo aprobó. Pero cuando lo elevaron al Ministerio de Salud, a cargo de Fernán Quiros, se lo denegaron porque le pedían requisitos que él no podía cumplir”, explica. Hirsch terminaría por hacer un estudio retrospectivo, con consentimiento informado de quienes participaron, para sortear las dificultades. “Ese estudio se hizo con menos gente que el que hicimos en el Hospital Eurnekian, pero comprendió un tiempo más prolongado de observación, lo cual le da un valor fundamental”, señala Carvallo.
“En el caso del Hospital Eurnekian, nosotros seguimos los pasos que corresponden. Según la ANMAT en ese momento, ante una situación de epidemia, si uno iba a investigar algún producto que ya existe en el mercado farmacéutico, los pasos eran: ser aprobado por el Comité de Etica del hospital en cuestión y elevar el informe al Comité de Etica Central del Ministerio de Salud de la provincia de Buenos Aires. Previo a hacer eso, tuvimos una reunión por zoom donde estaba el asesor académico del Ministerio de Salud, el doctor Mario Rovere, y le explicamos lo que queríamos hacer. Rovere nos dijo: ‘ustedes tienen que salir a seducir a los demás hospitales para que participen’. Esto fue en marzo de 2020’”, detalla.
EL INICIO
“Con la aprobación del Comité de Etica del hospital, más la aprobación extra del Comité de Etica del Municipio de Ezeiza, empezamos a hacer dos investigaciones simultáneas: una de tratamiento y una de profilaxis”, continúa Carvallo.
“Conseguimos más de 100 voluntarios (miembros del personal y familiares) que quisieron hacer la profilaxis con ivermectina y comparamos ese grupo con otro. La mayoría tenía un promedio de edad de 40 años y trabajaba en áreas críticas -médicos de guardia, ambulancieros, enfermeros de la guardia-“, puntualiza.
“La otra investigación era para estudiar el tratamiento de pacientes que ya tenían covid confirmado, para lo cual tuvimos que crear una tabla de gravedad e ir manejando la medicación de acuerdo con el estado del paciente -había ambulatorios y pacientes internados-. Hicimos un score de gravedad y estudiamos qué dosis de medicación dar a cada uno y cómo combinar los medicamentos”, prosigue.
“Sobre un total de 32 pacientes cotejados contra sus pares, tuvimos una sola muerte mientras que en el otro grupo hubo 8 muertes. Es decir que la ivermectina tuvo una eficacia de 7 a 1 frente a los otros tratamientos que se estaban utilizando en ese momento (suero de convaleciente, hidroxicloroquina, lopinavir y ritonavir, entre otros)”, se entusiasma.
“De 134 pacientes leves, no tuvimos que internar a ninguno, mientras que, en paralelo, las estadísticas oficiales señalaban que el 10% de los pacientes diagnosticados, aún leves, tendían a empeorar y terminaban internados”, compara.
Estos estudios prospectivos comenzaron en el Hospital Eurnekian en abril y concluyeron en mayo, asegura el investigador.
“En el estudio de profilaxis -cuenta Carvallo-, al cabo de un mes hubo 14 contagiados en el grupo control y en el grupo que tomó ivermectina como profilaxis no hubo ninguno”. Fue en ese momento, según indica, cuando empezó a correrse la voz de que estaban haciendo esa investigación.
El médico remarca que, tras obtener la aprobación, inscribieron el estudio en el sitio clinicaltrials.gov, que depende de la Biblioteca Nacional de Medicina de los Estados Unidos. Y cuando terminaron los estudios, elevaron los resultados al Ministerio de Salud. Sin embargo, la cartera sanitaria no respondía.
“Por eso elevamos los resultados a la Biblioteca Nacional de Medicina”, argumenta Carvallo, quien destaca que fueron los primeros resultados mundiales de ivermectina en profilaxis y en tratamiento del covid.
En el recuento del investigador aparece una visita al Hospital Eurnekian que realizaron en el ínterin el gobernador Axel Kicillof, y el entonces ministro de Salud, Daniel Gollán y su vice, Nicolás Kreplak, quien recibió en esa oportunidad de manos del director del hospital los resultados de los estudios. “Kreplak contestó: ‘Ah sí, sabía que estaban haciendo esto’”, relata Carvallo.
PROBLEMAS
A partir de entonces, según el repaso de los hechos que hace el médico, comenzaron los problemas. “En agosto me llaman desde el Ministerio de Salud de la provincia. Era el secretario privado del ministro, quien me dice que yo no puedo seguir investigando en el hospital y que no se pueden dar a conocer los resultados”.
“Le respondí que los estudios ya habían terminado y que los resultados ya figuraban en la Biblioteca Nacional de Estados Unidos y en el ‘journal’ de Infectología”, cuenta Carvallo. “El hombre se quedó cortado y me dijo que con lo que yo había hecho ponía en juego mi cargo”, afirma el médico, quien alega haberse defendido diciendo que contaba con la aprobación de los comités pertinentes y que no tenía ningún cargo que perder porque estaba jubilado, antes de perder la paciencia y cortar la llamada.
“A los diez o quince días -según Carvallo-, llegó al hospital un mail desde el Comité Central de Ética e Investigación del Ministerio de la Provincia, en el que se pedía que me desafectaran de cualquier función que yo pudiera cumplir dentro del hospital”. Para no comprometer al director, que era su amigo, Carvallo decidió renunciar por propia voluntad al cargo que cumplía ‘ad honorem’.
Tiempo después, el médico cuenta que descubrió que ese mail lo habían recibido muchas personas de su lista de contactos de correo electrónico, incluidos familiares y ex compañeros de la facultad, por lo que sospecha que su computadora puede haber sido hackeada.
Según relata Carvallo, ese mail, fechado el 3 de septiembre de 2020 y firmado por Carlos Burger y Silvina Inés Sánchez, secretario y coordinadora, respectivamente, del Comité de Ética Central del Ministerio de Salud de la Provincia de Buenos Aires, lo acusaba de haber publicado los resultados de esos estudios sin que los mismos hubieran sido aprobados para su realización ni por el Ministerio (de Salud provincial) ni por el Comité de Ética, por lo que se advertía sobre el inicio de una investigación por violación de la ley 11.044 y se pedía al mencionado Comité de Ética que difundiera la situación “con el resto de las jurisdicciones”, es decir, con la totalidad del territorio nacional.
A esos dos funcionarios Carvallo les inició un juicio por calumnias, injurias y daño moral, por afectar su honor personal y prestigio profesional, académico, doctrinario y científico.
Hoy, el médico insiste en que, “tan pronto como se terminaron los estudios a fines de mayo, se elevaron por whatsapp todos los resultados al Ministerio. Si no los miraron, los cajonearon o los escondieron, no lo sé. Lo que pasa es que como tomó estado público lo que habíamos hecho y salió en diarios, revistas, y hasta en la televisión pública, no podían alegar ignorancia”.
A su juicio, el resultado de todo esto fue que, “por omisión, dejaron que se muriera mucha gente”.
“Si la mortalidad se reduce de 7 a 1, y si esta relación se proyecta en la provincia de Buenos Aires, donde murieron entre 50.000 y 60.000 personas, quiere decir que hay 42.000 que no tendrían que haberse muerto. Es un cálculo que surge de los números absolutos o porcentuales. ¿Y quién es responsable de eso?”, se pregunta, para luego concluir: “En otras partes del mundo han comenzado juicios para encontrar responsables en los gobiernos como cómplices necesarios”.