25 Abril 2021
Según un estudio publicado por el National Center for Biotechnology Information estadounidense, la mayor parte de fallecidos en la devastadora «gripe española» de 1918 perecieron debido a una neumonía bacteriana, no a un virus. Otro estudio publicado por el mismo organismo americano, extraído del Oman Medical Journal, demuestra que las mascarillas quirúrgicas pueden ser fuente de infecciones bacterianas.
¿Qué es la neumonía bacteriana?
La neumonía bacteriana es una infección que se manifiesta en uno de los pulmones o en ambos. Las bacterias hacen que los sacos de aire de los pulmones (alvéolos) se inflamen y se llenen de pus, líquido y desechos celulares. Esto, a menudo, afecta la capacidad del organismo para intercambiar oxígeno y dióxido de carbono. Si se padece neumonía bacteriana, se podría tener dificultad para respirar o sentir dolor al hacerlo.
La neumonía bacteriana puede ser leve o grave e incluso dar lugar a una insuficiencia respiratoria o la muerte. Cómo se verá afectada cada persona dependerá de la potencia del agente bacteriano y de su edad, salud y sistema inmunitario.
Fue la principal causa de muerte durante la llamada «gripe española» de 1918
Según un estudio realizado por David M. Morens, Jeffery K. Taubenberger y Anthony Fauci publicado en la web oficial del National Center for Biotechnology Information de Estados Unidos, en el que examinaron información relevante de la pandemia de influenza (gripe común) que ocurrió durante la pandemia de “gripe española” de 1918-1919, llegaron a la conclusión de que la mayoría de las muertes en la pandemia de influenza de 1918-1919 probablemente se debieron directamente a una neumonía bacteriana secundaria causada por bacterias comunes del tracto respiratorio superior.
Además, en el estudio añaden que otros datos menos sustanciales de las pandemias posteriores de 1957 y 1968 son consistentes con estos hallazgos.
Para realizar este estudio examinaron secciones de tejido pulmonar obtenidas durante 58 autopsias y revisaron datos patológicos y bacteriológicos de 109 series de autopsias publicadas que describían 8398 investigaciones de autopsias individuales.
«Las muestras post mortem que examinamos de personas que murieron de influenza durante 1918-1919 exhibieron de manera uniforme cambios severos indicativos de neumonía bacteriana. Los resultados bacteriológicos e histopatológicos de las series de autopsias publicadas implicaron clara y sistemáticamente la neumonía bacteriana secundaria causada por bacterias comunes del tracto respiratorio superior en la mayoría de las muertes por influenza», revela el estudio.
Recordemos que la «gripe española» de 1918 acabó con la vida de entre 40 y 50 millones de personas, lo que supuso una mortalidad de más del 2% de la población mundial de la época, a diferencia del 0,03% de la actual pandemia de coronavirus.
Entonces, si según este estudio la mayor causa de muerte durante esa pandemia no fue un virus, sino que seguramente fuera una neumonía bacteriana (pues virus y bacterias son microorganismos diferentes), ¿cómo pudo tanta gente padecer ese tipo de neumonía en todo el mundo? ¿Qué acciones pudieron realizar las personas alrededor del globo para que hubiera tantos casos de neumonía bacteriana?
¿Puede el uso prolongado de mascarilla provocar neumonía bacteriana?
En la misma web oficial del National Center for Biotechnology Information se puede encontrar otro estudio extraído del Oman Medical Journal en el que evalúan la relación de la contaminación bacteriana y fúngica en las mascarillas quirúrgicas usadas por el personal del hospital y la calidad microbiana del aire en sus salas de trabajo. Los resultados de este estudio demuestran una alta contaminación bacteriana en el área exterior de las máscaras usadas, y mostró una correlación significativa con la calidad microbiana del aire de las salas de trabajo.
Según el estudio, «las evidencias mostraron que la mascarilla quirúrgica podría no ser suficiente para proteger a la persona de los patógenos transportados por el aire y también podría ser la fuente de infecciones transportadas por el aire o por gotitas. Este estudio tuvo como objetivo investigar la contaminación microbiana en las mascarillas quirúrgicas desechables entre el personal hospitalario y la calidad del aire microbiano en sus salas de trabajo».
«Además, algunos comportamientos con mascarillas usadas probablemente aumentaron la contaminación microbiana en las mascarillas».
Pero no hace falta que nos vayamos a estudios científicos publicados en países lejanos.
Según la médico neumólogo del hospital HM Regla de León, Laura Sierra, en la entrevista publicada en Uppers (Mediaset España), «la inhalación continuada de esos virus y bacterias acumulados en las mascarillas, sumado a la falta de efectividad derivada de su uso excesivo, predispone a nuestro organismo a padecer una neumonía».
«El problema es que gran parte de las bacterias de la boca o de las vías respiratorias superiores pueden acabar produciendo patología a nivel inferior, baja el moco a los bronquios y producen infecciones de vías respiratorias inferiores».
Por tanto, existen evidencias suficientes para creer que un mal uso de la mascarilla podría acarrear más problemas de salud de los que se intentan mitigar.
No olvidemos que en el documento actualizado de la OMS en diciembre de 2020 respecto al uso generalizado de mascarillas en la población, reconocen que «en la actualidad, tan sólo existe evidencia limitada y científicamente inconsistente que apoye la efectividad del uso de mascarilla en personas sanas de la comunidad para prevenir infecciones con virus respiratorios, incluido el SARS-CoV-2».
En este documento se explica que, tras realizar un gran ensayo comunitario aleatorio para comprobar la efectividad de las mascarillas en personas sanas, «la revisión concluyó que usar una mascarilla puede hacer poca o ninguna diferencia en la prevención de enfermedades similares a la influenza o enfermedades de laboratorio confirmadas».
Además, el documento muestra una lista de posibles perjuicios por el uso de la mascarilla, tales como:
- Dolor de cabeza y/o dificultad para respirar, según el tipo de mascarilla utilizada.
- Desarrollo de lesiones cutáneas faciales, dermatitis irritante o empeoramiento del acné, cuando se usa con frecuencia durante largas horas.
- Dificultad para comunicarse claramente, especialmente para personas sordas o con problemas de audición.
- Malestar.
- Una falsa sensación de seguridad que conduce a una reducción de otras medidas preventivas críticas tales como el distanciamiento físico e higiene de manos.
- Cumplimiento deficiente del uso de mascarillas, en particular por niños pequeños.
- Problemas de gestión de residuos; eliminación inadecuada de la mascarilla lo que lleva a un aumento de la basura en lugares públicos y peligros ambientales.
Según su texto actualizado, la OMS no recomienda usar mascarilla a personas sanas siempre que se pueda mantener 1 metro de distancia interpersonal y que no sean población de riesgo, ni tampoco recomienda su uso cuando se realice actividad física intensa.
“La inhalación continuada de esos virus y bacterias acumulados en las mascarillas, sumado a la falta de efectividad derivada de su uso excesivo, predispone a nuestro organismo a padecer una neumonía”.
El tiempo de uso recomendado por los profesionales de la salud en relación a la mascarilla no debe exceder las 4 horas, tal y como publicó OK Diario.
Uso obligatorio en España aunque estés solo
Pese a no existir evidencia científica contundente en el uso de mascarillas en personas sanas, y sí existir evidencia probada en los riesgos de un mal uso o un uso prolongado de las mismas, el Congreso de los Diputados aprobó el pasado jueves 18 de marzo la «ley de la nueva normalidad» con 199 votos a favor.
Esta ley obliga a toda la población española a llevar mascarilla en todo momento «en la vía pública, en espacios al aire libre y en cualquier espacio cerrado de uso público o que se encuentre abierto al público», aunque no haya ninguna otra persona alrededor, contraviniendo las recomendaciones de la OMS y de cientos de médicos y biólogos que se oponen a una medida totalitaria sin ningún respaldo científico, que además puede ser incluso perjudicial para la población.
Después de todo, y teniendo el antecedente de la cantidad de muertes producidas en 1918 por neumonía bacteriana, quizá Tedros Adhanom, Director General de la OMS, tuviese razón cuando afirmó el pasado verano que «lo peor está por llegar», sobre todo si tenemos en cuenta la cantidad de personas en todo el mundo que están haciendo un uso indebido de la mascarilla, y que esto podría producir una neumonía bacteriana a gran parte de la población, que, según el estudio ya comentado, fue la principal causa de muerte en la «gripe española» de 1918.