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Como toda dolencia, el dengue responde a un sinfín de circunstancias, que van más allá de una causa. Y por eso se habla de explicación en vez de causa, o sea, en su etimología, de exteriorizar el pliegue que encubre los hechos.
Aun admitiendo la hipótesis del mosquito como vector y del virus como agente del dengue, no haríamos otra cosa que caer en una tautología. Que es un enunciado sin agregado de información. Porque ambos, vector y agente, formarían parte de la descripción. Como, por ejemplo, el alcohol forma parte del alcoholismo, pero no lo explica totalmente.
Tanto describe y no explica, que se llama virus del dengue, denominando dengue a su eventual efecto. El fraude reside en agregar la palabra porque. Diciendo que hay dengue porque hay virus del dengue. Como decir, ridículamente, que hay alcoholismo porque hay alcohol.
En cambio, si desplegamos los pliegues del dengue, encontramos múltiples motivos, en diferentes planos: biológico, zoológico, ambiental, cultural, económico, político y social.
Así entenderemos por qué no hay casi dengue al norte del Ecuador, donde están los países desarrollados, o por qué la tasa de su mortalidad en Argentina es mayor en el Noreste argentino, en comparación con las demás regiones y fundamentalmente con las provincias industrializadas. Una constante, porque lo mismo se observa en el mapa del hambre, y de la mayoría de las endemo-epidemias.
Sin embargo, el programa de lucha contra el dengue evita cuidadosamente estos aspectos históricos, geográficos y contextuales. En sus documentos, la OMS/OPS, los ministerios nacionales y sus seguidores, se limitan a combatir al mosquito, detectar casos, a proponer tratamientos generales, y a investigar y aplicar fármacos y vacunas. ¿Qué tienen que ver estas medidas con algo tan tangible, físico, como el mapa del dengue? Nada.
Y es lógico, porque la salud pública fue ganada por el enfoque tanático de Rockefeller, desde que fundó la primera escuela de salud pública a cargo de un anátomo patólogo, que en general actúa cuando la salud ya pasó, o perdió su lugar. Por eso, algunos la consideran, respetuosamente, una especialidad necrofílica. De este enfoque, a la industria de la enfermedad y de la muerte, hay un solo un paso.
Ahora vivimos el auge de las vacunas. Desde el punto de vista del negocio, es simple. Se universaliza a toda la población en todo el mundo, sin necesidad, curiosamente, de que la indique un médico ni de que la acepte el paciente. La inmunidad artificial en reemplazo de la inmunidad natural perdida con el encierro, parece un ofrecimiento obvio. Es difícil darse cuenta de que la población pierde lo que la industria de las vacunas gana. Pese a que la vacunación puede ser innecesaria, y siempre es más cara y riesgosa.
Popularizar un medicamento que no sea una vacuna, u otras medidas, suele ser arduo. Hay que encontrar la población destinataria, que suele ser reducida y específica para cada producto. En cambio, la vacunación puede prescindir de la indicación médica y tener a toda la población mundial como destinataria. Presiona con obligaciones disimuladas, solidaridades con los demás, denuncias contra no vacunados, pasaportes sanitarios, ejercicio de la violencia pública y privación de la libertad. Un calendario obligatorio puede ser utilizado para impedir bienes y servicios esenciales a quienes no lo cumplan. Una sociedad de presos no lo haría mejor.
La vacuna más promovida actualmente es TAK 003, del laboratorio Takeda. En 2007, el plan titulado “Guía provisional de planificación prepandémica:
Estrategia comunitaria para la mitigación de la gripe pandémica en Estados Unidos” fue dirigido por Rajeev Venkayya, que hoy acumula cargos como:
• Presidente de Takeda
• Director de la Coalición para las Innovaciones en Preparación contra las Epidemias (CEPI)
• Director del área de vacunas de la Fundación Bill & Melinda Gates
• Director de Biodefensa y Salud de EEUU
• Asistente del Presidente Bush en bioterrorismo y amenazas biológicas
• Responsable de la Estrategia Nacional para la Influenza Pandémica
En concreto, Venkayya proponía “medidas no farmacológicas” como cerrar las escuelas, quedarse en la casa y mantener la distancia social. Medidas que pasaron sin oposición de científicos y academias del saber, tal vez por lo disparatado y carente de bibliografía acerca de su eficacia y falta de riesgos.
ESTUDIO BAJO LA LUPA
Ahora, la promoción de TAK 003 se basa en un estudio de Luis Rivera y colaboradores, realizado en niños de 4 a 16 años, de 8 países con dengue endémico. Su título traducido al castellano es “Eficacia y seguridad a tres años de la vacuna de Takeda, candidata contra el dengue”, publicado en Clin Infect Dis. 2022 Jul 1; 75(1): 107–117, y online el 4-10-2021.
Analizaremos a continuación sus conclusiones, en base a efectos indeseables de TAK 003.
La población de niños vacunados fue de 13.380 y la de no vacunados fue de 6.687. El cuadro siguiente muestra que en esos grupos hubo 5 muertos y 2 muertos, respectivamente.
Muertos | No muertos | Totales | Probabilidad | Diferencia | |
Vacunados | 5 | 13375 | 13380 | 0.00037 | 0,00007 |
No vacunados | 2 | 6685 | 6687 | 0.00030 | |
Totales | 7 | 20060 | 20067 | ||
Probabilidad | 0.286 | 0,333 | |||
Diferencia | 0.047 |
La prueba estadística demuestra que no hay ninguna diferencia significativa en las muertes infantiles entre los niños vacunados y no vacunados (Chi cuadrado = 0,066 con un grado de libertad, correspondiente a P<0,001),
O sea, que, si bien la mortalidad es algo mayor en vacunados, la diferencia es tan pequeña que probablemente se debe al azar, a la casualidad, y que entonces nada hace prever que esa diferencia se deba a la vacuna o a su ausencia.
El estudio estadístico de efectos adversos graves, tampoco mostró diferencias entre ambos grupos de niños.
Vemos que la vacuna no es eficaz para reducir la mortalidad ni los efectos adversos severos, de manera que es un caso poco común de ineficacia, ya que no puede calcularse el número de niños que se requiere vacunar para evitar una muerte (NNT= número que se necesita tratar).
Por el mismo motivo, y en base al mismo trabajo que utilizamos como referencia, tampoco puede calcularse el costo de evitar una muerte, ya que esta no se asocia a la falta de vacunación. En realidad, ese costo no tiene techo, en cuanto depende de las políticas públicas para cubrir, por sí o por terceros, a su población destinataria que, al menos teóricamente, por persona o por dosis por persona, puede ser infinita.
En conclusión, este estudio no otorga ningún aval para la aplicación de la vacuna TAK 003 en niños.
Si a esto agregamos su costo, resulta altamente inconveniente promover su aplicación, y mucho menos asumirla a cargo del poder público.
Esta vez, Argentina va por buen camino, cuando el Sr. Ministro de Salud de la Nación, Mario Russo se opone a incluir la vacuna contra el dengue en el Calendario Nacional de Vacunación.
Es de esperar que, con similar criterio, se derogue la Ley 27.491 que hace obligatorio ese Calendario, cuando naciones desarrolladas establecen que su aplicación es optativa.
Y que la Argentina preserve su soberanía sanitaria, sin renunciarla en manos de ninguna organización supranacional, como pretende la OMS con su “Tratado para la prevención, preparación y respuesta frente a pandemias”. La historia de la OMS desmerece completamente esa posibilidad, por su dependencia y sujeción a intereses corporativos privados contra los intereses de la salud.
Mario Borini (M.N. 33.200)Médico especialista en Clínica MédicaProf. Titular de Salud Pública -UBA- 2003 a 2008