Las pruebas de las vacunas Moderna y Pfizer se realizaron, como es habitual, con un grupo de control, es decir, con un grupo dentro del ensayo que recibió un placebo y no la vacuna de prueba. Sin embargo, durante el ensayo, las farmacéuticas decidieron romper el protocolo y notificar al grupo de control que no estaban vacunados, por lo que a casi todo el grupo de control se le administró la vacuna.
Según ha informado la NPR, la radio pública de los Estados Unidos, la disolución intencional del grupo placebo viola el propósito científico de probar si la vacuna tiene alguna eficacia; cualquier beneficio real y/o problemas de seguridad no podrá ser evidenciado, ya que sin un grupo de control, no hay nada con lo que comparar al grupo vacunado.
Para que quede clara la gravedad de la decisión adoptada y la metodología empleada, la autorización y aprobación final de la agencia norteamericana del medicamento (FDA) para las vacunas se basa en el resultado de estos ensayos, por lo que no hay forma de medir la eficacia, efectividad o seguridad de la vacuna en sí.
No queda nadie dentro del grupo de control, de un valor estadísticamente válido, para proporcionar una comparación adecuada de los resultados para personas vacunadas frente a las no vacunadas. Esto es una locura.
De acuerdo al artículo de NPR, ¿cómo puede considerarse eficaz la vacuna cuando no hay un grupo de personas no vacunadas con las que comparar los resultados?. Da igual, porque la FDA, al igual que la OMS, es otro de los organismos más corrompidos del sistema sanitario mundial.
Fuente: NPR