«Tratan de imponer una agenda ideológica»: Contundente discurso de Javier Milei en la ONU

Como se esperaba, su discurso fue disruptivo y antiglobalista, tal como el que dio en el Foro de Davos.

El presidente argentino Javier Milei ofreció su primer discurso ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, el cual se puede definir como histórico, ya que criticó fuertemente a la organización globalista por intentar «imponer una agenda ideológica» a sus miembros, acusándola incluso de cometer delitos de lesa humanidad durante la pandemia.

Durante la 79.ª sesión del evento, Milei describió a la ONU como una entidad dominada por «burócratas internacionales», sugiriendo que su agenda, aunque bien intencionada, es en esencia un «programa de gobierno supranacional de corte socialista».

En su discurso, Milei también abordó la cuestión de las Islas Malvinas, subrayando que «la ONU no ha cumplido satisfactoriamente su misión de defender la soberanía territorial de sus integrantes», haciendo referencia directa a la posición argentina respecto a las islas.

Milei criticó la transformación de la ONU, de una organización destinada a mantener la paz a una que, según él, busca imponer ideologías específicas, en particular a través de la Agenda 2030, una propuesta de tinte progresista: «No estoy aquí para decirles a los países qué deben hacer, sino para advertir lo que ocurrirá si la ONU sigue promoviendo políticas colectivistas bajo la Agenda 2030», declaró.

Argumentó que tales políticas no resuelven problemas como la pobreza o la desigualdad, sino que los agravan: «La historia muestra que la prosperidad solo se garantiza limitando el poder del Estado y defendiendo los derechos individuales a la vida, libertad y propiedad.»

Milei destacó la transformación de la ONU en una entidad invasiva: «Lo que comenzó como un escudo para proteger a los hombres, se ha convertido en un leviatán con múltiples tentáculos, decidiendo no solo qué debe hacer cada nación, sino también cómo deben vivir sus ciudadanos.»

 

 

Discurso completo

A las autoridades de las Naciones Unidas, los representantes de los distintos países que la integran, y todos los ciudadanos del mundo que nos están mirando, buenas tardes

Para aquellos que no lo saben, yo no soy político. soy un economista. un economista liberal libertario, que jamás tuvo la ambición de hacer política, y que fue honrado con el cargo de Presidente de la República Argentina, frente al fracaso estrepitoso de más de un siglo de políticas colectivistas que destruyeron nuestro país.

Este es mi primer discurso frente a la asamblea general de las Naciones Unidas, y quiero aprovechar para, con humildad, alertar a las distintas naciones del mundo sobre el camino que están transitando hace décadas; y sobre el peligro que implica que ésta organización fracase, como viene haciendo, en cumplir su misión de origen.

No vengo aquí a decirle al mundo lo que tiene que hacer; vengo aquí a decirle al mundo, por un lado, lo que va a ocurrir si las Naciones Unidas continúan promoviendo las políticas colectivistas que vienen promoviendo bajo el manto de la Agenda 2030; y por el otro, cuáles son los valores que la nueva Argentina defiende.

Quiero sí, comenzar dando crédito cuando el crédito corresponde. La organización de Naciones Unidas nace del horror de la guerra más cruenta de la historia global, con el objetivo principal de que nunca volviera a ocurrir… Para ello, la organización grabó en piedra sus principios fundamentales en la declaración universal de derechos humanos. ahí, se consignó un acuerdo básico en torno a una máxima: que todos los seres humanos nacen “libres, e iguales en dignidad y derechos.”

Bajo la tutela de esta organización, y la adopción de estas ideas, durante los últimos 70 años la humanidad vivió el período de paz global más largo de la historia, que coincidió también, con el período de mayor crecimiento económico de la historia.

Se creó un foro internacional donde las naciones pudieran dirimir sus conflictos a través de la cooperación, en vez de recurrir instantáneamente a las armas. Y se logró algo impensado: sentar, de manera permanente, a las cinco potencias más grandes del mundo en una misma mesa, cada una con el mismo poder de veto, a pesar de tener intereses totalmente contrapuestos.

Todo esto no hizo que el flagelo de la guerra desapareciera, pero se logró, por ahora, que ningún conflicto escalara a proporciones mundiales. El resultado fue que pasamos de tener dos guerras mundiales en menos de cuarenta años, que en conjunto se cobraron más de 120 millones de vidas, a tener 70 años consecutivos de relativa paz y estabilidad global, bajo el manto de un orden que permitió al mundo entero integrarse comercialmente, competir y prosperar.

Porque donde entra el comercio no entran las balas, decía Bastiat. Porque el comercio garantiza la paz, la libertad garantiza el comercio; y la igualdad ante la ley, garantiza la libertad. Se cumplió, en definitiva, lo que consignó el profeta isaias y se lee en el parque cruzando la calle: «Dios juzgará entre las naciones, y arbitrará por los muchos pueblos. forjarán sus espadas en rejas de arado, y sus lanzas en podaderas…. nación no tomará espada contra nación…. nunca más conocerán la guerra.»

Eso es lo que ha ocurrido mayormente bajo la tutela de las Naciones Unidas en sus primeras décadas; y por eso, desde esa perspectiva, estamos hablando de un éxito destacable en la historia de las naciones, que no puede ser soslayado. Ahora bien, en algún momento, y como suele ocurrir con la mayoría de las estructuras burocráticas que los hombres creamos, esta organización dejó de velar por los principios esbozados en su declaración fundante, y comenzó a mutar. Una organización que había sido pensada, esencialmente, como un escudo para proteger el reino de los hombres, se transformó en un Leviatán de múltiples tentáculos que pretende decidir, no sólo qué debe hacer cada estado-nación; sino también cómo deben vivir todos los ciudadanos del mundo.

Así, es como pasamos de una organización que perseguía la paz; a una organización que le impone una agenda ideológica a sus miembros, sobre un sinfín de temas que hacen a la vida del hombre en sociedad.

El modelo de Naciones Unidas que había sido exitoso, cuyo origen podemos rastrear en las ideas del presidente Wilson, que hablaba de la necesidad de «paz sin victoria”, y que se fundaba en la cooperación de los estados-nación; ha sido abandonado, ha sido reemplazado por un modelo de gobierno supranacional de burócratas internacionales, que pretenden imponerle a los ciudadanos del mundo, un modo de vida determinado.

Lo que se está discutiendo esta semana aquí, en New York, en “La cumbre del futuro”, no es otra cosa que la profundización de ese rumbo trágico que esta institución ha adoptado. La profundización de un modelo que en palabras del propio secretario de las Naciones Unidas, exige «definir un nuevo contrato social» a escala global, redoblando los compromisos de la agenda 2030.

Quiero ser claro en la posición de la Argentina. La Agenda 2030, aunque bienintencionada en sus metas, no es otra cosa que un programa de gobierno supranacional de corte socialista, que pretende resolver los problemas de la modernidad, con soluciones que atentan contra la soberanía de los estados-nación, y violentan el derecho a la vida, a la libertad y a la propiedad de las personas. es una agenda que pretende solucionar la pobreza, la desigualdad, y la discriminación, con legislación que las profundiza. porque la historia del mundo demuestra que la única manera de garantizar la prosperidad, es limitando el poder del monarca, garantizando la igualdad ante la ley; y defendiendo el derecho a la vida, a la libertad y a la propiedad de los individuos.

Ha sido precisamente la adopción de esa agenda, que obedece a intereses privilegiados; y el abandono de los principios esbozados en la Declaración Universal de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, lo que tergiversó el rol de esta institución, y la puso en una senda equivocada. así, hemos visto cómo una organización que nació para defender los derechos del Hombre, ha sido una de las principales propulsoras de la violación sistemática de la libertad, como por ejemplo con las cuarentenas a nivel global durante el año 2020.

En esta misma casa, que dice defender los derechos humanos, han permitido el ingreso al Consejo de Derechos Humanos, a dictaduras sangrientas como Cuba y Venezuela, sin el más mínimo reproche.

En esta misma casa, que dice defender los derechos de las mujeres, permiten el ingreso al comité para la eliminación de la discriminación contra la mujer, a países que castigan a sus mujeres por mostrar la piel.

En esta misma casa, sistemáticamente, se ha votado en contra del Estado de Israel, que es el único país de Medio Oriente que defiende la democracia liberal; mientras se ha demostrado, en simultáneo, una incapacidad total de responder al flagelo del terrorismo.

En el plano económico, se han promovido políticas colectivistas, que atentan contra el crecimiento económico, violentan los derechos de propiedad, y entorpecen el proceso económico natural, llegando a impedirle a los países más postergados del mundo, gozar libremente de sus propios recursos para salir adelante.Regulaciones y prohibiciones impulsadas precisamente por los países que se desarrollaron gracias a hacer lo mismo que hoy condenan.

Se ha promovido, además, una relación tóxica entre las políticas de gobernanza global, y los organismos de crédito internacional, exigiéndole a los países más relegados que comprometan recursos que no tienen en programas que no necesitan, convirtiéndolos en deudores perpetuos para promover la agenda de las élites globales.

Tampoco ha ayudado el tutelaje del Foro Económico Mundial, donde se promueven políticas ridículas con anteojeras malthusianas, como las políticas de emisión cero, que dañan sobre todo a los países pobres; o las políticas vinculadas a los derechos sexuales y reproductivos, cuando la tasa de natalidad de los países occidentales, se está desplomando anunciando un futuro sombrío para todos.

Tampoco la organización ha cumplido satisfactoriamente su misión de defender la soberanía territorial de sus integrantes, como sabemos los argentinos de primera mano en relación a las Islas Malvinas… y llegamos incluso a una situación en la que, el Consejo de Seguridad, que es el órgano más importante de esta casa, se ha desnaturalizado. Porque el veto de sus integrantes permanentes, se empezó a utilizar en defensa de los intereses particulares de algunos.

Así estamos hoy, con una organización impotente en brindar soluciones a los verdaderos conflictos globales, como ha sido la aberrante invasión rusa a Ucrania, que ya le ha costado la vida a más de 300 mil personas; dejando un tendal de más de un millón de heridos en el proceso. Una organización que en vez de enfrentar estos conflictos, invierte tiempo y esfuerzo en imponerle a los países pobres, qué y cómo deben producir, con quién vincularse, qué deben comer y en qué creer, como pretende dictar el presente «pacto del futuro”.

Toda esta larga lista de errores y contradicciones, no ha sido gratuita, sino que ha redundado en la pérdida de credibilidad de las Naciones Unidas ante los ciudadanos del mundo libre, y en la desnaturalización de sus funciones.

Por eso quiero hacer una advertencia. Estamos ante un fin de ciclo. El colectivismo y el postureo moral de la agenda Woke, se han chocado con la realidad, y ya no tienen soluciones creíbles para ofrecer a los problemas reales del mundo. de hecho nunca las tuvieron. Si la Agenda 2030 fracasó, como reconocen sus propios promotores, la respuesta debería ser preguntarnos si no fue un programa mal concebido de inicio, aceptar esa realidad y cambiar el rumbo. No se puede pretender persistir en el error, redoblando la apuesta de una agenda que ha fracasado.

Siempre ocurre lo mismo con las ideas que vienen de la izquierda. Diseñan un modelo acorde a lo que el ser humano debería ser, según ellos, y cuando los individuos libremente actúan de otra forma, no tienen mejor solución que restringir, reprimir, y coartar su libertad.

Nosotros en Argentina, ya hemos visto con nuestros propios ojos lo que hay al final de este camino de envidia y pasiones tristes: pobreza, embrutecimiento, anarquía y una ausencia fatal de libertad.

Todavía estamos a tiempo de apartarnos de este rumbo. Quiero ser claro con algo para que no haya malas interpretaciones. la Argentina, que está viviendo un profundo proceso de cambio en la actualidad, ha decidido abrazar las ideas de la libertad. esas ideas que dicen que todos los ciudadanos nacemos libres e iguales ante la ley, que tenemos derechos inalienables otorgados por el creador, entre los que se encuentran el derecho a la vida, a la libertad y a la propiedad.

Esos principios, que ordenan el proceso de cambio que estamos llevando adelante en la Argentina, son también los principios que guiarán nuestra conducta internacional a partir de ahora.

Creemos en la defensa de la vida, de todos. Creemos en la defensa de la propiedad, de todos. creemos en la libertad de expresión, para todos. creemos en la libertad de culto, para todos. Creemos en la libertad de comercio, para todos. Y creemos en los gobiernos limitados, todos. y como en estos tiempos lo que sucede en un país impacta rápidamente en otros, creemos que todos los pueblos deben vivir libres de la tiranía y la opresión. ya sea que tome forma de opresión política; de esclavitud económica; o de fanatismo religioso.

Esa idea fundamental no debe quedarse en meras palabras. Tiene que ser apoyada en los hechos… diplomáticamente, económicamente y materialmente, a través de la fuerza conjunta de todos los países que defendemos la libertad.

Esta doctrina de la nueva Argentina, no es, ni más ni menos, que la verdadera esencia de la organización de las Naciones Unidas: es decir, la cooperación de naciones, unidas en defensa de la libertad. si naciones unidas decide retomar los principios que le dieron vida, y volver a adoptar el rol para la que fue concebida, cuenten con el apoyo inclaudicable de la argentina en la lucha por la libertad. Sepan también que la argentina no acompañará ninguna política que implique la restricción de las libertades individuales, del comercio, ni la violación de los derechos naturales de los individuos. no importa quién la promueva, ni cuánto consenso tenga en esta institución.

Por esta razón, queremos expresar oficialmente nuestro disenso sobre el “pacto del futuro» firmado el día domingo, e invitamos a todas las naciones del mundo libre a que nos acompañen, no sólo en el disenso de este pacto, sino en la creación de una nueva agenda para esta noble institución: la agenda de la libertad. a partir de este día, sepan que la República Argentina va a abandonar la posición de neutralidad histórica que nos caracterizó, y va a estar a la vanguardia de la lucha en defensa de la libertad. porque como decía Thomas Payne, aquellos que desean cosechar las bendiciones de la libertad, deben, como hombres, soportar la fatiga de defenderla.

Que dios bendiga a los argentinos, y a todos los ciudadanos del mundo, y que las fuerzas del cielo nos acompañen. muchas gracias. Viva la libertad, carajo.

TP

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