Más de 80 profesionales del ámbito médico y legal, entre ellos cinco argentinos, exigen una minuciosa investigación de las medidas adoptadas para combatir el virus y acciones legales contra todos los culpables.
En un durísimo manifiesto difundido durante el 2° Congreso Mundial de Médicos Por la Vida y el World Council for Health, más de 80 profesionales del ámbito médico y legal, entre ellos cinco argentinos, denunciaron que el erróneo y perjudicial abordaje que se dio a la pandemia de covid-19 llevó a una “hecatombe”, a la vez que exigieron una minuciosa investigación y “acciones legales contra todos los culpables” para que esto no se repita.
El documento se dio a conocer en paralelo con las intervenciones de los profesionales en el Congreso, que tuvo lugar entre el 30 de junio y el 3 de este mes en Foz de Iguazú, Brasil.
Uno de los firmantes del escrito es el doctor Vladimir Zelenko, uno de los médicos más conocidos entre los disidentes a la narrativa oficial del covid-19, quien intervino en el Congreso mediante un video. Zelenko recibió una ovación de pie. Fue uno de los últimos videos que grabó poco antes de morir el 30 de junio último a causa de un cáncer que padecía desde hace cuatro años.
Otros de los signatarios son los no menos renombrados doctores Pierre Kory, Peter McCullough, Tess Lawrie, Ryan Cole, Katarina Lindley y Robert Malone, así como los argentinos Roberto Hirsch y Héctor Carvallo, estos últimos pioneros en el estudio de la ivermectina para el tratamiento y profilaxis del covid. El encuentro también contó con la participación de los abogados Reiner Fuellmich y Angelo Giorgianni, quienes se expresaron sobre “pandemia y derecho internacional”.
En su manifiesto, estos profesionales alegan que las autoridades sanitarias, tanto internacionales, como nacionales, públicas como privadas, aún no aclararon cuáles fueron las razones que tuvieron para el erróneo y perjudicial abordaje que adoptaron.
Por eso urgieron a realizar una investigación que, a su juicio, debe centrarse en los aspectos médicos legales, pero también en sus “implicancias sociales”. En el escrito, luego pasan a enumerar algunas de las medidas desacertadas que se impusieron y sus consecuencias.
Así, por ejemplo, señalan que luego de la instalación del miedo, utilizado como herramienta persuasiva con ayuda de los medios de comunicación, “los confinamientos estrictos, prolongados e ineficaces, sólo produjeron pobreza, desesperación y alteraciones mentales, violando las más básicas normativas de libertad, y produciendo más daño que la patología en sí misma”.
También ponen de manifiesto que ”desde el primer momento de la pandemia, se asoció el comportamiento del virus Sars-Cov2 (por coincidencias taxonómicas y fisiopatogénicas) con otras patologías ya conocidas, adaptándose para ello terapéuticas de sustrato fisiopatogénico, y que sin embargo ninguna de esas medidas fue aplicada”.
Otra de las anormalidades que denuncian los médicos se relaciona con la falta de tratamiento temprano.
“El tratamiento precoz –base de toda medida médica centrada en el individuo– se describió y publicó desde el principio de la pandemia, con diversos fármacos eficaces, seguros y económicamente accesibles”, dicen. Sin embargo, hacen notar que “estos tratamientos fueron soslayados y desechados, y sus investigadores fueron intimidados, ridiculizados, y advertidos de eventuales “castigos”, en ciertos casos llevados a cabo”.
El esfuerzo por silenciar las discrepancias es, asimismo, objeto de un planteo en el manifiesto. “Aún las voces de alarma de eminentes científicos, entre ellos dos Premios Nobel, y de otros destacados especialistas en el área de la salud, fueron acalladas en las redes sociales y periodísticas, manejadas por personas cuya experiencia en medicina era escasa o nula”, recuerdan.
“En su lugar -insisten-, se siguieron los asesoramientos e indicaciones de autoproclamados “expertos” en Sars-Cov2, y de directores ejecutivos de la industria farmacéutica, los primeros con evidente relación con los segundos”.
En el mismo sentido, apuntan que “tampoco se convocó a ningún debate científico (de índole nacional o internacional), que reuniera a profesionales de las interdisciplinas que entendieran en la temática, en relación con las medidas a adoptar”. En cambio, afirman, “se impuso la obligatoriedad de aceptar normas sin un claro origen, dictadas internacionalmente (con idas y venidas), desde las sombras, ya que no presentaban documentación científico-técnica respaldatoria”.
En el manifiesto, de 23 puntos, los profesionales señalan que frente a esta situación, la comunidad médica se dividió en tres grupos: aquellos que asistieron denodadamente a sus enfermos, poniendo en riesgo sus propias vidas y las de sus allegados; aquellos que siguieron las normativas derivadas de los mandatos internacionales; y un pequeño grupo de profesionales que aplicaron el juramento hipocrático y el pensamiento crítico científico, procurando prodigarse en lo mejor de su arte y de su ciencia, en beneficio de sus pacientes.
Sobre el primer y segundo grupo, aunque diferentes entre sí, afirman que cometieron un mismo error, que consistió en soslayar principios básicos de la medicina como son la lógica y la experiencia.
Respecto del segundo grupo, al que llaman “grupo pasivo”, señalan que incurrió en un “abandono de paciente”, ya que esperaron la progresión de la enfermedad y perdieron así la oportunidad para el tratamiento precoz, algo que consideran “censurable desde el punto de vista ético, y posiblemente punible desde el punto de vista legal, dado que las medicaciones existentes podían haber sido utilizadas bajo consentimiento informado”.
”Como resultado de todo lo anterior -dicen-, la industria farmacéutica justificó –como punto fundamental para la prevención y morigeración de los individuos– la aplicación masiva de las autodenominadas vacunas experimentales, apoyadas por entidades médico-sanitarias (nacionales e internacionales)”.
Incluso denuncian que esta aplicación masiva de vacunas se desarrolló “sin un consentimiento informado (aún de menores de edad), en un manejo inconsulto, sesgado y falaz de la bioestadística, en lo referente a resultados y complicaciones”.
También en este caso, los firmantes del manifiesto denuncian la censura impuesta a los médicos que objetaban estas inoculaciones, un silenciamiento instrumentado con ayuda de los medios de comunicación, a los que señalan como sostenidos por entidades sanitarias y patrocinados por la industria farmacéutica.
“Se desoyeron las voces que denunciaban aspectos negativos de dichas inoculaciones (ineficacia, peligrosidad de efectos secundarios, etc.), sin tomar en cuenta a quiénes se exponía a dichos procedimientos”, afirman.
Todas estas acciones produjeron, según los firmantes del manifiesto, “mayores daños médicos y sociales que el virus en sí mismo, acción que puede ser comparable a un genocidio”.
A pesar de todas estas connotaciones negativas que enumeran, los participantes en el Congreso, en representación de las entidades que los nuclean y también a título personal, manifiestan su apoyo y empatía para con los profesionales de la salud que “hicieron cuanto pudieron, con las herramientas que les brindó el pensamiento crítico, el estudio permanente, la experiencia y la inclaudicable voluntad de cumplir con su juramento”.
La misma empatía manifiestan para con las víctimas de la pandemia, tanto de la enfermedad en sí como de las causadas por las “arbitrarias conductas tomadas a nivel mundial”.
Por Agustina Sucri – La Prensa