Uno pensaría que una reunión de lo más granado del planeta, de los poderosos de este mundo, tendría muchas prioridades en qué centrarse: hay dos guerras devastadoras y peligrosísimas, capaces de desembocar en un holocausto nuclear; hay una crisis energética y otra alimentaria que amenazan con sembrar la desolación sobre el planeta. Hay, si se es de esa opinión, una supuesta «emergencia climática». Pero nada de esto es la prioridad en Davos, en la cumbre anual de Foro Económico Mundial.
No, la prioridad la ha resumido la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, en su intervención de hoy: «Para la comunidad empresarial global, la máxima preocupación para los próximos dos años no es los conflictos o el clima, es la desinformación».
Durante unos pocos días, el plácido pueblecito alpino de Davos, de 11.000 habitantes, se convierte en el centro del mundo con la reunión anual del Foro Económico Mundial, a la que solo se puede acceder mediante invitación y a la que asisten, en esta 54ª edición, casi 2.800 líderes de 120 países para discutir los temas más apremiantes del mundo, como el cambio climático, la inteligencia artificial y las pandemias de virus.
Después del debate de los líderes mundiales, políticos, líderes empresariales, académicos, ONG y líderes religiosos sobre los problemas globales y el intento de encontrar «soluciones» a los problemas que aquejan al mundo, hay una escena fuera del horario de los paneles y ponencias bastante más oscura: «Caviar, setas mágicas, postres de pan de oro, selfies de primera, prostitutas de 2.500 dólares por noche y cenas secretas», por usar las palabras con las que la describe el New York Post.
Las «escorts» más cotizadas han acudido en manada al pueblecito, y ya es tarde para recabar sus servicios ya que, como informa el alemán 20 Minuten, están agotadas las reservas. «Todos los proveedores de servicios locales están completos durante la semana del FEM», confirma el propietario B. Konrad. La explicación: en Davos la gente se mantiene reservada y sus parejas se quedan en casa en su mayor parte. Además, el alcohol y las fiestas contribuyen a la gran demanda de su servicio, según el cofundador.
«En Davos hay muchos clientes que no son sensibles a los precios y que valoran aún más la privacidad de nuestra aplicación», explica Konrad. En general, se trata menos de sexo y más de la llamada «experiencia de novia», es decir, la pretensión de una relación íntima. «Dependiendo del cliente, una reserva tarda entre cuatro y doce horas», explica la trabajadora sexual Mia May, añadiendo que el coste de su servicio ronda los 2.000 francos (2.340 dólares).
El lema de este año es ‘Reconstruir la confianza’, suponemos que esa misma confianza que los líderes globalistas pulverizaron durante de los dos años de pandemia. Naturalmente hay que advertir la ironía de este objetivo, que no encierra otra cosa que el intento de imponer una censura en medios y redes aún más férrea de lo que hemos padecido en los últimos años para no frustrar sus planes de control.
La prioridad en Davos, aún por delante de la paz en Ucrania y Gaza, de la lucha contra la Emergencia Climática o de la crisis energética que se cierne sobre nosotros, es la lucha contra la «desinformación», es decir, contra cualquier información que se aleje un milímetro de la versión oficial.